Nuestros actos tienen una consecuencia, un rastro que nos descubre en el origen de lo acostumbrado. Por esta senda transita la obra de Diana Navarrete y Francisco Bruna, que en posesión de elementos pictóricos busca revelar que los acontecimientos de lo cotidiano son susceptibles de ser retratados a través de la huella de lo sucedido, apreciable en los restos que suman las acciones realizadas al modo de una pesquisa policial.
El trabajo de Diana Navarrete se ha orientado conscientemente hacia el retrato humano como una cuestión acerca de la significativa transformación del gesto, equivalente a una ruptura del lenguaje sobrevenida en su significación y justamente retratada como un instante exacerbado de sentido que ella elabora añadiéndole una gruesa coloración altamente contrastada. El acercamiento de Diana al retrato se enmarca dentro de un proyecto de largo aliento en que series de retratos den por resultado la singular pérdida del lenguaje y su capacidad descriptiva en oposición a las posibilidades inquietantes de las expresiones del rostro llevadas a su extremo.
Francisco Bruna busca en su pintura profundizar el tema del bodegón a partir de nuevos elementos que complementen la noción del género. Su inspiración retoma hacia el género en cuestión, desechos, basura, objetos desaparecidos y acabados en su uso, dispuestos en un umbral pictórico que los legitima y devuelve como interrogantes de su exacta utilización y por tanto el camino trazado hasta su conversión en desecho.
En vista de ambos procesos la obra de los jóvenes artistas se hace cargo de una dialéctica del retrato y el bodegón con un elemento interactivo para este proyecto sin renunciar a sus respectivas trabajos. Diana y Francisco se han propuesto trazar una línea en la que sus obras dialogan con un sujeto desconocido: Se ubicará azarosamente a individuos dispuestos a ser captados a los que Diana retratará en algún aspecto significativo de su rostro, de un gesto que lo singularice en su postura; Francisco hurgando en su basura retratará los objetos hallados cual impronta personal trascendente, resultando una operación que bien podría considerarse como allanamiento de identidad. Anónimamente los individuos retratados emergerán bajo el prisma de sus actos sencillos que los artistas pondrán en evidencia exhaustivamente a partir de la reutilización de géneros tradicionales, en los que la pintura siempre se ha desenvuelto y cuyo resultado establece una relación de movimiento como suceso, acercando al conjunto de obra a un rasgo audiovisual de causa y efecto visibles y apreciables.
Este trabajo busca además la constatación para ambos artistas de una producción de obra que sustente el valor de la disciplina pictórica en su rigor, como una clara demostración del hábil manejo que de esta disciplina realizan al reenfocar su tema a desarrollar presente en aquella invitación a ser retratado. (“TÍTULO DE LA MUESTRA”) es entonces más que simple composición y pasta, evidencia la fuerte voluntad de reconstruir lo figurativo y lo tradicional en la pintura como competentes modos de hacer en el arte chileno, en donde el replanteamiento del retrato en su relación sujeto / objeto supera sus lindes acostumbrados y supone campos de acción a explorar como líneas de sentido que el retrato complementa y sugiere más que impone.